El cuerpo central de la torre ofrece la misma disposición de los
alminares almohades a base de dos torres, una envolviendo a la otra, con los muros de la
torre interior realizados en mortero de yeso.
Discurren entre ambas torres, la
interior y la exterior, los tramos de pasillos y escaleras, cubiertos con bovedillas por
aproximación de hiladas de ladrillo (bóveda de enjarje).
Las tres estancias superpuestas
se cubren con bóveda de crucería sencilla.
El último cuerpo de la torre lo forma el
campanario que vuelve a seguir el esquema de torre cristiana con un solo muro con doble fila
de vanos.
Se advierte en el sistema decorativo una mayor madurez artística
con respecto a sus predecesoras. Los grandes paños ornamentales en ladrillo alcanzan cada
vez mayor extensión. Ello sucede tanto en los paños de arcos mixtilíneos entrecruzados como
con las series de lazos de cuatro formando estrellas de ocho puntas combinadas con cruces.
Incluso las bandas en zigzag se potencian al hacerse dobles.
La cerámica aplicada
sigue la tendencia formal de la Torre de San Martín, si bien con una mayor variedad de
piezas y de menor formato.
Las cerámicas se colorearon de verde con óxido de cobre,
y de blanco con barniz de estaño, al tiempo que se vidriaban con barniz de plomo,
desplegando un amplio repertorio de formas: azulejos cuadrados y romboides, platos y discos,
espigas encajadas, columnillas, estrellas de ocho puntas.