Careciendo de la precisión cronológica que en otras ocasiones
proporciona la Relación de los Jueces del Libro Verde de Teruel, es acertado pensar que la
Torre de El Salvador se concluyera en el primer cuarto del siglo XIV.
Al poseer unos
elementos decorativos más detallados, y algunos estructurales más evolucionados, que los
existentes en la Torre de San Martín, a la que emula, es probable que sea posterior a ella
(o sea, a los años de 1315-16).
Enclavada entre los edificios de la calle del
Salvador, se erige junto al templo del mismo nombre y que pertenece ya a época barroca, pues
la primitiva fábrica medieval se hundió en el año 1677.
Dentro del recinto
amurallado, quedaba localizada a escasos metros del Portal de Guadalaviar.
Campanario
Como torres que son de iglesias
no cabe duda de que la primera función que han tenido las torres mudéjares turolenses ha
sido la de campanario. A este uso de llamar a los fieles a las celebraciones litúrgicas por
medio del toque de campanas, eminentemente religioso, ha estado unido otro más secular, de
servir de reloj que da las horas también con campanas. Ambas funciones a veces se han podido
ver mezcladas cuando determinadas celebraciones tenían lugar a horas fijas.
El toque
de campanas servía además para manifestar o llamar la atención sobre todo tipo de
acontecimientos públicos, desde el volteo general para celebrar grandes acontecimientos de
júbilo, el toque de muerto o el toque de rebato para avisar de incendios u otras
emergencias.
Las torres, en una palabra, han estado vinculadas funcionalmente a la
vida cotidiana.
Atalaya
Otro uso que sin duda también
tuvieron las torres, aunque fuera de modo esporádico, sería el de atalaya o punto de
observación de los alrededores de la ciudad en caso de peligro o en espera de la llegada de
algún personaje o comitiva.
El carácter dominante que la ciudad tienes sobre la vega
del Turia y sobre los barrancos y hondonadas que la rodean se ve incrementado por la altura
de la torres, que además en épocas pretéritas no se verían acosadas por edificios de altura.
Hay que pensar que hasta el siglo XIX los edificios de la ciudad raramente superarían las
tres plantas.
Por ello el descollar de las torre sobre el resto de la edificación
sería más nítido y la visión desde ellas no tendría interferencias de ningún tipo,
permitiendo la vigilancia de los alrededores de la ciudad hasta zonas bastante distantes. A
ese respecto conviene tener presente que las tres torres más elevadas, que corresponden a
las construidas en último lugar, la de San Martín, la de El Salvador, y la desaparecida
''fermosa'', se encontraban situadas cada una junto a una puerta de la muralla,
respectivamente la de Daroca, o de la Andaquilla, la de Guadalaviar, y la de Valencia, de
tal modo que servirían a la vigilancia de los accesos a la ciudad. Las dos torres más
antiguas, la de Santa María de Mediavilla y la de San Pedro, aunque de menor altura, ocupan
un lugar más céntrico den la ciudad y también más elevado y servirían de atalayas
inicialmente. Más tarde aún debieron permitir la vigilancia del acceso a la puerta de
Zaragoza. Estas funciones de atalaya y reloj vienen recogidas en el fuero, donde se
especifican y regulas los toques de vísperas y los servicios de vigía desde las torres de
las parroquias.
Puerta
El rasgo que mejor caracteriza al
conjunto de las torres de Teruel, además del empleo de la decoración de cerámica vidriada,
es su disposición con pasadizo de calle en su base. Esta organización de la base de la
torre, realmente original y con difíciles paralelos, sobre todo en lo español, debió
obedecer a diversos condicionantes, de los que quizás no fue el menos importante el
aprovechamiento del escaso suelo disponible dentro de la ciudad, obligada a mantenerse
dentro del recinto delimitado por sus murallas. Otras razones habría que buscar en
tradiciones o modelos anteriores que influenciarían a la construcción de la primera torre
que, a su vez, aceptado socialmente el experimento, sirvió de modelo a las
posteriores.
Desde luego el modelo no existe en lo mudéjar fuera de Teruel, por lo que la
originalidad de la solución queda circunscrita al ámbito de esta ciudad.
Prestigio
No cabe duda de que por la
esbeltez y profusión decorativa de estas torres no se justifica únicamente para sostener las
campanas de llamada a la oración. Las torres turolenses, como tantas otras, son el fruto de
un deseo de manifestarse la comunidad de la parroquia, y también de la ciudad, como entidad
propia. Podría incluso admitirse una cierta rivalidad y deseo de superación, de los que
pueden ser reflejo las leyendas populares y que se manifiesta en la evolución hacia
estructuras más altas, más esbeltas y más profusamente decoradas, claro ejemplo de un
intento de empequeñecer la construcción anterior.